CULTURA EMPRESARIAL (O POR QUÉ LAS EMPRESAS PANAMEÑAS FRACASAN)

¿Es cierto el discurso de que “el empleado panameño es improductivo”, o se trata más bien de cómo la empresa panameña trata a sus colaboradores?

Y finalmente, la crisis económica llegó al Istmo. Sutilmente edulcorada como “desaceleración”, y aun reconociendo que sus causas no son las mismas de las de la crisis mundial de 2008, sus resultados son iguales para las capas más bajas de la sociedad. Reducciones de personal (algunas hechas hasta tres veces en un solo año), recortes severos de gastos y en general, un clima de zozobra que desborda los esfuerzos oficiales por ocultarlo. Las causas del frenazo se debaten largo y tendido en Gobierno y empresa privada.

Algunos achacan a la poca productividad del empleado nacional parte de la culpa. El empleado panameño, según dicen, es poco educado, escaso de disciplina, culturalmente irresponsable, y no propenso a “dar la milla extra”. Pero ¿es cierto este discurso, o se trata más bien de cómo la empresa de capital nacional trata a sus colaboradores?

Hago esta distinción porque en empresas multinacionales establecidas en el istmo no suelen darse rotaciones tan graves de personal como las que se ha habido en fecha reciente en empresas panameñas. Y en su plantilla hay empleados nacionales que cumplen con los altos estándares de productividad que estas piden. ¿Cuál es la diferencia? Me atrevo a asegurar que es la cultura empresarial, la gran asignatura pendiente de la empresa de capital panameño.

En Alemania, el empleado (que no “colaborador”; este es un eufemismo innecesario) es parte de la toma de decisiones de la empresa a nivel de junta directiva. En otras latitudes, para capear el temporal, se ofrece a los empleados la reducción de horas de trabajo hasta que la situación mejore. Los gerentes toman la delantera y se reducen su salario y beneficios, dando el ejemplo a los demás. En resumen, el trabajador es visto como un activo, un sujeto de derechos por quien es un gusto dar. En respuesta, sus empleados se cuentan entre los más productivos del mundo; trabajando cada vez menos horas, producen más.

Lamentablemente, nuestro país está a años luz de esas buenas prácticas. Al “colaborador” panameño se le ve como un gasto, a quien se le paga el mínimo necesario y ni un centavo más; sujeto de perder beneficios (que son a fin de cuentas vistos como favores); en quien no se invierte en capacitación (“¿para qué te entreno, si luego te vas?”), y que a la primera de cambio será descartado, siempre con el norte de encontrar a quien trabaje por menos, pero haga más. Las cargas laborales, en cambio, no bajan. Luego de una reducción, los supervivientes reciben la carga de los que pelaron, por supuesto sin beneficio alguno.

¿Entenderán algún día nuestras empresas la relación directa entre empleados bien tratados y productividad? ¿Tendremos algún día entre las empresas de capital panameño un modelo exportable de gestión humana? Quiera Dios que así sea.

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@isaaclarrier