Hoy no es una opción

31 DE DICIEMBRE. El mundo occidental está con la mano en el reloj. Sobre la medianoche entre uvas, calzones de colores, maletas en la sala, ramitas de arroz en la puerta y otras tradiciones más profanas, un año se va por otro. A algunos nos costará más y pasaremos meses tachando las fechas, escribiendo por accidente el número del finado año en vez del nuevo. Vamos, ciclos que se cierran y abren. Si bien no comparto estas celebraciones (como casi todas las otras), de vez en cuando vale la pena pensar en lo que implican.

A la madrugada siguiente, miles de rumberos se dirigían a la playa, con la esperanza de ver los primeros rayos del Sol en un entorno más fresquito. La calle olía a aguardiente rancio. De fondo musical, lo que queda de escuchar 3 canciones de reguetón al mismo volumen, al mismo tiempo. La danza de playeros itinerantes se repite cada primero de enero. ¿Cuántos regresarán a casa? El periódico del 2 de enero lo confirma: algún ahogado, heridos, disparos que hacen huir a los transeúntes y la lista sigue. La escena se repetirá el próximo año.

Quizá la más triste de las notas: Una chica, en plena medianoche, recibe del aire un balazo en la cabeza. Caso típico de quienes no tienen para tirar petardos al aire, pero sí para disparar. Tal vez nunca se sepa quién le congeló la fiesta a esta familia.

De haber sabido que este año nuevo sería el último, ¿qué habrían hecho todos ellos? No está mal hacer votos por un mejor año, proponerse metas, pensar en mañana. Mañana puede ser… o no. No espere a mañana para comprarse esos zapatos, empezar esa dieta, salir con su chica. Hágalo hoy. Para mañana ya es tarde.

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@isaaclarrier