LA TELETÓN Y EL DEBER DE CREER EN ALGO

Siempre he sido crítico de las colectas. En un país donde exista la cobertura universal de salud y derechos sociales garantizados no tendría que haber necesidad de que un enfermo apele a la bondad de los demás para seguir vivo. Para eso pagamos impuestos, es un asunto de dignidad básica.

Por otro lado, me da lástima tanto odio por la Teletón este año. Cuando preguntas el por qué, siempre sale el sonsonete de que «Mengano con la alcancía hace un mejor trabajo», o de que «hace años recogen millones y no se ve nada». Puedes mostrarles cifras y obras en concreto hechas en décadas y la mala voluntad sigue allí, como un mal sueño que no se va.

Podrán esgrimirse más argumentos, pero bajo la campaña negativa subyace la razón principal: como sociedad ya no creemos en nada. Aunque los datos nos peguen en la cara, la verdad ya no es la verdad, sino lo que se perciba de ella. Cualquiera con una cámara y un micrófono se borra las líneas entre lo cierto y lo falso y gana protagonismo, así mienta descaradamente. Ya no se trata del escepticismo basado en datos, como cabría esperar de una sociedad con tanto acceso a la información como la nuestra; es el escoger no ver las pruebas. Y allí es donde viene el peligro. Irónicamente, el no creer nos está volviendo más engañables, más víctimas de las cadenas de Whatsapp de las fake news o de los falsos mesías.

Y sin embargo, como humanos necesitamos tener fe en algo. No ha habido fuerza más poderosa que la esperanza de que, de algún modo, las cosas cambiarán a mejor. La cuestión, pues, no es si creer o no; es en qué o en quién decidimos confiar.

¿Seremos escépticos bien informados o crédulos conscientes? No hay punto medio en este debate.

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@isaaclarrier