"Tengo mis derechos" (y tonterías similares)

Sería como las 10 y media de la mañana. A vuelta del recreo, nos tocaba nuestra primera clase de francés. Los veintitantos chicos del salón, que pensábamos más en la hora de salida que en un idioma del que ni jota, vimos entrar a Madame Isabel ("La Madame", a secas), una de las profesoras más recordadas del Instituto Nacional, de esas que ya no se fabrican más. Probablemente éramos el último grupo del que se haría cargo antes de jubilarse.

Más avanzado el año conoceríamos más de sus genialidades, sobre todo al resaltar la importancia de aprender el idioma galo:

- “Hasta si ud. quiere dedicarse a vender naranjas por botellas en una carretilla, necesita aprender francés. ¿Qué clase de perdedor sería ud. si unos turistas llegan a su carretilla y no es capaz siquiera de escupirles “Oranges par bouteilles”?”.

Pero yo recuerdo a la Madame por ese primer día. Antes de enseñarnos a decir bien "bonyur" (“Escriban primero cómo suena, luego aprenderán la gramática”), la profe escribió en el tablero una frase en perfecto español:

“CUMPLE CON TUS DEBERES, PARA LUEGO EXIGIR TUS DERECHOS”

Esta lección valió más que cuatro bimestres de francés. Consideramos “inalienables” nuestros derechos, ¿pero los deberes qué?

Hoy día, cada vez que veo un grupo de manifestantes pidiendo que les aumenten “porque tienen el derecho”, sin evaluaciones de por medio, pienso en la frase de la Madame. O el típico marido misógino que le exige a su mujer hasta la última camisa planchada (porque la mujer está “para atender a su esposo”) pero cada tanto le arma escándalos, la amenaza o le pega. Veo la frase de la Madame cuando veo a chiquillos de 7mo. grado cobrando la beca universal mientras se preguntan entre sí cuántos fracasos llevan este trimestre (“¿ninguno? ¡no puede ser!”). O el que en redes se suelta perlas seudorreligiosas como: “Yo no soy el dueño del mundo, pero soy el hijo del dueño” (y ¡zas!, solo por ser una fábrica andante de dióxido de carbono, Dios tiene el deber de agacharse y darte lo que le pidas). Todos síntomas de una sociedad que quiere beber, pero no mojarse. Que creen merecérselo todo. O de últimas, que debieron estar ese día en la clase de la Madame.

“Bonsuár”.

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@isaaclarrier